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viernes, 20 de abril de 2012

La bella y la bestia (Jean Cocteau, Francia, 1946)

Como ya anuncié el lunes hoy toca hablar de la adaptación que el poeta Jean Cocteau realizó de la versión que escribió Jeanne-Marie Leprince de Beaumont a partir de la historia (¿)original(?) de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, considerada por muchos como un clásico del cine y el surrealismo.


La historia la conocemos: un mercader parte en busca de sus riquezas prometiendoles regalos a sus hijas. Mientras que las dos mayores solo piden joyas y trajes, la más pequeña y bella, sabiamente bautizada como Bella, solo pide una rosa. De vuelta a casa el mercader se pierde y termina pasando la noche en un tétrico castillo. A la mañana siguiente se acuerda de Bella y corta una rosa del jardín, lo cual provoca la desgracia: aparece una terrorífica bestia con forma humana que dice ser el señor del castillo y lo pone frente a una dura decisión a cambio de la rosa: su vida o la de una de sus hijas. Bella, llena de remordimientos se sacrificará por su padre.
A partir de aquí mejor olvidarnos de la edulcorada adaptación de Disney, porque pese a que al principio de la película Cocteau nos pide que seamos tan ingenuos como un niño para creernos el cuento, en realidad estamos ante una historia oscura y llena de una sensualidad soterrada. Bella es vanidosa (busca su reflejo hasta en el suelo que esta fregando) y manipuladora, le gusta que la Bestia la colme de todas las comodidades posibles y le regale joyas y vestidos. Bestia es un ser atormentado que lucha entre su parte humana y su parte animal y que intenta reprimir sus instintos (tanto sanguinarios como sexuales -representados en ojos que lanzan, literalmente, destellos-) ante Bella, porque su principal objetivo es conseguir que esta le ame y así volver a ser humano... y a poder ser atractivo. No hay espacio para la ingenuidad de otras versiones, aquí hay personajes interesados y con un lado oscuro,pero no por ello necesariamente malos.
En el lado técnico destacan la fotografía y los escenarios. Las escenas en casa de Bella tienen una luz natural, realista y monótona, mientras que en el castillo todo adquiere un tono más etéreo y ensoñador, alejándose de la realidad. Con los escenarios pasa lo mismo, pero llegando mucho más lejos, porque pese a la escasez de los mismos en el castillo, estos están literalmente vivos y se componen de manos que salen de paredes, mesas y repisas para sujetar candelabros, servir la comida o abrir puertas; bustos y estatuas vivientes que lo observan todo en silencio; pasillos que transportan a los personajes y puertas que hablan.
Olvídate de versiones posteriores, porque en esta película lo que vemos es que hasta en los cuentos de hadas los "buenos" no lo son tanto, pero eso sí, Cocteau lo muestra de un modo tan hermoso que es imposible no caer bajo su influjo

Recomendada a: quien guste del séptimo arte y quien no tema al cine en blanco y negro.

Lo peor: que te traumatice al mostrar el lado oscuro de los personajes, como a mi.

Lo mejor: la fotografía y la escenografía. La atmósfera de cuento de hadas.

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