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sábado, 16 de marzo de 2013

Anna Karenina: ¿trasladar o no todas las páginas del libro a la pantalla?

Ayer viernes se estrenó en los cines españoles la ultramoderna y super artsy adaptación de Anna Karenina dirigida por Joe Wright para demostrar otra vez que es un pedazo de director y que se mola mogollón a si mismo... ¡Ojo!, que Orgullo y Prejuicio y Expiación me gustaron mucho (más la 1ª que la 2ª), lo digo por la aparente necesidad que siente Wright por demostrar lo buen director que es mediante largos planosecuencias. Pongo el trailer y mientras reflexiono para centrarme sobre lo que quiero habar, que me estoy dispersando.








Por lo que vemos en el trailer parece que Wright fue poseído por Baz Luhrmann, otro director dado a los excesos, y que haya intentado convertir la obra de Tolstoi en Moulin Rouge 2... pero no quiero hablar de eso, sino sobre si es necesario o no trasladar a la pantalla hasta la última coma de los libros que se adaptan al cine.
Todo esto viene porque he leído una crítica en filmaffinity que se basa para decir que esta adaptación es "mala y fea" porque no adapta el libro palabra por palabra. En mi opinión eso es un error, se puede crucificar una película por lenta, aburrida, por un reparto desganado y poco inspirado, por no transmitir lo que pretendía... pero no porque no traslada a la pantalla todas y cada una de las palabras del original. 
Desde la saga de El señor de los anillos parece que se han grabado a fuego en la mente del espectador dos reglas: 1._ una película no es una película sin una batalla multitudinaria; 2._ Para trasladar un libro al cine hay que adaptar hasta la última letra, pese a que la trilogía de Jackson rompía esta norma. Las dos primeras entregas cinematográficas de Harry Potter  también ayudaron a fomentar esta idea y no es cierto. Lo importante de la adaptación es que sea fiel al espíritu del original literario, no que ponga en pantalla como el protagonista se hurga la nariz solo porque haga esto en el libro aunque no influya en los acontecimientos de la historia ni en el retrato del personaje.
El problema es que esa idea se ha metido tan a fuego en la cabeza de la gente que los fans de las sagas literarias infantiles-juveniles exigen (e incluso presionan a través de internet) a las producciones que fotocopien el libro, de hecho creo recordar que cuando se rodó la primera película de la saga forunculo Crepúsculo, Catherine Hardwicke, la directora, se rodeo de un grupo de fans de la novela para que la asesoraran en lo que debía y no debía aparecer en la película. El meterlo todo en la película lo único que puede provocar es que la cinta resulte excesivamente larga y aburrida, aunque tampoco defiendo que se dejen agujeros en la historia que solo los que conocen el original pueden rellenar convirtiendo la película en un puzzle al que le faltan piezas, como ocurría con El capitan Alatriste, porque tan perjudicial es una cosa como la otra.
Una adaptación puede ser libre y al mismo tiempo muy fiel al espíritu del original: en "El nombre de la rosa", Jean-Jacques Annaud se centra más en el lado detectivesco de la novela de Umberto Eco, dando las pinceladas justas del momento histórico y de la división en el seno de la iglesia sobre la pobreza sin profundizar en ello ni dedicarse a pasar la cámara sobre todos y cada uno de los ladrillos de la abadía como casi hace Eco en sus descripciones. Coppola se mantuvo muy fiel al original de Bram Stoker con su Drácula, pero mete una historia de amor que la enriquece; Hitchcock adaptaba novelas, pero ni se planteaba ser fiel a las mismas...
El cine y la literatura son lenguajes totalmente distintos y una imagen vale más que mil palabras, por mucho que Peter Jackson y sus hiperanabólicas adaptaciones de Tolkien se empeñen en decir lo contrario. Una traslación palabra por palabra no garantiza una buena película. Lo importante es convertir el original literario en imágenes cambiando el continente pero no el contenido, osea, crear una nueva obra a partir de otra pero manteniendo el espíritu del original.

1 comentario:

  1. Hay que tener mucho cuidado con los sentimientos, saber interpretarlos, como si de música se trataran. La de la reciente adaptación de Anna Karenina, sobre el clásico de Tolstoi, a menudo suena demasiado exagerada y vacía. Me quieres, no me quieres. Eso sí, la puesta en escena es grandiosa y original, en particular las escenas de baile, te dejas llevar imaginándote que si uno fuera tan gracilmente liviano... Un saludo!!!

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